viernes, 18 de abril de 2014

Gabriel García Márquez

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer e hielo.

 Ayer, jueves 17 de abril de 2014, Jueves Santo, falleció el  escritor colombiano más importante, al menos con la realidad mágica, autor de la anterior introducción a su libro y cumbre de su obra Cien años de soledad, Gabriel García Márquez. Conmemorado con el premio Nobel de literatura en 1982 por esta magnífica obra, la primera novela garciamarquiana que leí. La terminé de leer en cinco días, en Girona, en la playa sobre todo. Me absorbió tanto que mi padre llegó a decir: Cien años de soledad... ¿eso qué es, lo que te pasa si lees este tocho? Creo yo que esta obra, y la completa obra de este prolífico escritor, me ha influenciado en el estilo de escritura que tengo, y también en la visión del mundo que puedo tener.

Ojalá podamos vivir un amor como el que él tuvo que vivir para poder escribir una obra tan magníficamente real y a la vez ficticia como El amor en los tiempos del cólera. Si me preguntaran si quiero vivir aventuras como las de sus novelas... Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches:
-Toda la vida.
Breve in memoriam al gran Gabo. Aunque con disgusto, he de admitir que esta ha sido una Crónica de una muerte anunciada, en 1999 enfermó de cáncer linfático. Al año siguiente hizo estas declaraciones:
 Hace más de un año fui sometido a un tratamiento de tres meses contra un linfoma, y hoy me sorprendo yo mismo de la enorme lotería que ha sido ese tropiezo en mi vida. Por el temor de no tener tiempo para terminar los tres tomos de mis memorias y dos libros de cuentos que tenía a medias, reduje al mínimo las relaciones con mis amigos, desconecté el teléfono, cancelé los viajes y toda clase de compromisos pendientes y futuros, y me encerré a escribir todos los días sin interrupción desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde. Durante ese tiempo, ya sin medicinas de ninguna clase, mis relaciones con los médicos se redujeron a controles anuales y a una dieta sencilla para no pasarme de peso. Mientras tanto, regresé al periodismo, volví a mi vicio favorito de la música y me puse al día en mis lecturas atrasadas.
 Parecía estar completamente renovado, pero ayer supimos que no fue así. Ha llegado al fin del viaje y atravesó fructuosamente su Maelstrom y desembarcó donde él más quiso, aparte de en nuestros corazones. Esperemos que por morir un Jueves Santo a la de tres días resucite.
Tropezó en el último escalón, pero se incorporó de inmediato. "Hasta tuvo el cuidado de sacudir con la mano la tierra que le quedó en las tripas", me dijo mi tía Wene. Después entró en su casa por la puerta trasera, que estaba abierta desde las seis, y se derrumbó de bruces en la cocina.

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